Milli mála - 05.07.2016, Blaðsíða 74
“A LA LUZ DE LA LLAMA DE UNA VELA”
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papel de Historias para no dormir (1967-1974), donde es-
cribiría Plans, la longeva Nueva Dimensión (1968-1983) y la
breve, pero no por ello menos significativa, Terror Fantastic
(1971-1974), centrada en el cine pero atenta igualmente a
los demás modos. Las tres constituyen modelos para inicia-
tivas similares en los años 80. Paradójicamente, cuando el
cine atraviesa su mayor crisis en estos terrenos –agotada ya
la edad dorada de Jesús Franco, Paul Naschy y Amando de
Ossorio e instaurada la Ley Miró (1983), desde la que se in-
siste de nuevo en el supuesto carácter realista de la creación
española20–, es cuando en el papel comienzan a normalizar-
se las cosas, “tanto por la atención que recibe de los escrito-
res como por la positiva acogida que le deparan los lecto-
res, los críticos y el mundo editorial”21. La mudanza se ad-
vierte ya, por ejemplo, en la colección Biblioteca Universal
de Misterio y Terror (1981-1982), compuesta por relatos de
una calidad más que apreciable22, y culmina en iniciativas
como Cuentos de terror (1989), donde la editorial Grijalbo
reúne a varios escritores de primera fila para que rindan
homenaje a la tradición23. Estas y otras empresas parecidas
suponen un impulso sustantivo para el terror y lo fantástico
en tierras españolas; ello no significa, con todo, que el ca-
20 Véase Iván Gómez, “Alegorías del miedo. El cine fantástico español en los tiem-
pos de la Transición”, Visiones de lo fantástico en la cultura española (1900-
1970). Volumen I, eds. David Roas y Ana Casas, Málaga: EDA, 2013, pp. 185-206,
aquí p. 197.
21 David Roas y Ana Casas, “Introducción”, La realidad oculta: Cuentos fantásticos
españoles del siglo XX, Palencia: Menoscuarto, 2008, pp. 9-56, aquí p. 41.
22 Véase Miguel Carrera Garrido, “La Biblioteca Universal de Misterio y Terror (1981-
1982). El más allá de la ficción popular en la Transición”, Visiones de lo fantásti-
co en la cultura española (1970-2012). Volumen II, eds. David Roas y Teresa
López Pellisa, Málaga: EDA, 2014, pp. 15-32.
23 El resultado es, con todo, desigual. Como dice Fernández Arellano, los 15 autores
antologados –entre los que destacan nombres de la talla de José Luis Sampedro,
Antonio Muñoz Molina o Enrique Vila-Matas– “adaptan el terror, bien a su idio-
sincrasia estilística o a la tendencia algo verbosa y culturalista de la época, con lo
que el efectismo siniestro […] se resiente un tanto en relatos que no sean estric-
tamente de fantasmas”. Véase “Nuevos apéndices”, Historia natural de los cuen-
tos de miedo de Rafael Llopis, Madrid: Fuentetaja Literaria, 2013, pp. 315-380,
aquí p. 340.